sábado, 18 de mayo de 2013

POBLACIÓN, PRODUCCIÓN Y EJERCICIO DEL PODER EN EL PARTIDO DE MORÓN DURANTE EL RÉGIMEN ROSISTA

Calle de un pueblo (por Fernando Fader).



                                                          Por Carlos María Birocco *



La población de Morón en tiempos de Rosas

El período rosista ha sido comúnmente omitido en el análisis de la evolución demográfica de la población del partido de Morón.(1) Ello no se debió, sin embargo, a que sus habitantes no hubieran sido objeto de evaluación censal. Diseminados en un vasto territorio que de acuerdo con los límites que poseía entonces el partido se extendía desde los actuales municipios de San Martín y Tres de Febrero hasta los de Marcos Paz y General Las Heras, estos fueron empadronados en por lo menos dos oportunidades, de lo que resultó la suma de 2548 almas en 1836 y de 2786 almas en 1838. (2)

Del procesamiento de estos padrones se desprende claramente la estructura ocupacional de la población moronense, que en líneas generales se componía de una mayoría de agricultores, cuyo predominio era constatable en el sector oriental y central del distrito, y una minoría de ganaderos, que se concentraban en el extremo occidental del mismo. Como otro dato de relevancia se aprecia que los censados se manifestaron masivamente como blancos, aunque es bien sabido que esto podía encubrir un grado no determinado de mestización que afectara a por lo menos un sector de los mismos. En 1836, por ejemplo, el 95,25% de estos se declaró blanco, incluidos extranjeros y gente de tropa, mientras que apenas el 4,75% aceptó como propia la calificación de negro o mulato, generalmente los mismos que se hallaban aún bajo el régimen de la esclavitud. (3)

El más valioso de estos padrones, al menos en lo que a información se refiere, es el levantado en 1838. La amplitud de sus categorías censales (que incluyen ocupación y lugar de residencia de cada individuo empadronado, lo mismo que el status étnico y el número de integrantes de cada unidad censal) nos ha permitido esbozar una caracterización de las localidades que componían por entonces el partido de Morón. Este, en efecto, se conformaba inicialmente de cuatro subdivisiones administrativas o "Cuarteles", los cuales fueron ampliados en 1837 a cinco, que fueron los que tuvo en cuenta el empadronador al volcar los datos a la planilla censal un año más tarde.

La primera de estas circunscripciones, el Cuartel I, que en 1838 se reducía a "la sola población de Morón y sus alrededores", hoy comprendería las ciudades de Morón, Haedo, Villa Sarmiento y el sur del partido de Tres de Febrero. El mismo se destacaba por su sesgo pueblerino, en contraste con la índole netamente rural del resto del partido. Cierto es que se hallaba aún muy lejos de poder ser considerado como totalmente urbanizado, si se considera que el 50,87% de los individuos que fueron censados en esta circunscripción se identificaron como labradores y el 1,75% como estancieros. No obstante, el 47,36% restante declaró otro tipo de ocupaciones, que iban de las actividades comerciales a los oficios manuales.

Este Cuartel se caracterizó por una fuerte presencia mercantil, que presumimos se hallaba concentrada en el pueblito de Morón. Un listado de las casas de comercio que se realizó en 1835 nos dice que ya existían entonces dos tiendas y tres pulperías en torno a la plaza, las primeras pertenecientes a Miguel Racero y Vicente Oliver, y las otras a Benito Villegas, Lorenzo Díaz y Josefa Aramburu. El padrón de 1838, por su parte, indica que cinco de los dieciséis pulperos censados en el partido se encontraban en el Cuartel I, lo mismo que un abastecedor de carne, dos panaderos y cuatro repartidores de pan. No es arriesgado presumir que estos mercaderes y acopiadores dominaban los circuitos de abastecimiento de un importante sector del partido, y acaso asumían la conducción de la producción local hacia el mercado porteño.

Existen otros rasgos que permiten conjeturar el crecimiento del poblado de Morón. En primer lugar, la existencia de nueve trabajadores manuales (un carpintero, un zapatero, un velero, un barbero y cinco lavanderas) evidencia que estos no sólo prestaban servicios a un nódulo de pobladores permanentes, sino también a los que residían en las chacras vecinas y visitaban el pueblito con el objeto de cumplir con sus obligaciones religiosas en la Parroquia de Nuestra Señora del Buen Viaje o de aprovisionarse en sus tiendas y pulperías. A ello agreguemos que Morón era sede de una escuela de primeras letras, a la que en 1836 asistían más de treinta alumnos a instruirse en el uso de la letra bastardilla española (la misma que utilizaba la administración pública) y que según los deseos del Estado provincial eran inculcados en la fe católica y el dogma federal, obligados como estaban a concurrir a la misa en compañía de su preceptor y a portar en forma permanente la divisa punzó.

El Cuartel II, separado en 1837 del Cuartel I, abarcaba "los demás puntos que antes reunía el Cuartel I adyacentes al pueblo de Morón, los que alcanzan hasta el Puente de Márquez", y estaba limitado por el arroyo Morón al este, el río Reconquista al oeste, el camino de Gaona al norte y el de Burgos al sur. Se trataba, en términos actuales, de Castelar y una fracción de Ituzaingó. Según se desprende del padrón de 1838, este Cuartel estaba íntegramente poblado por agricultores, aunque como veremos luego, una no desdeñable porción del mismo había sido apropiada por la administración rosista con la finalidad de brindar pasturas a las caballadas del ejército.

El Cuartel III, que contenía "la capilla de Merlo y los puntos que le son anexos", es más o menos identificable con el actual partido de Merlo. La población rural del mismo se muestra menos homogénea que en los primeros dos Cuarteles, ya que aunque los labradores se alzaban también aquí con el predominio, algo más de un cuarto de las unidades censales correspondían a ganaderos. En este Cuartel se hallaba, además, el pueblito de Merlo, el segundo incipiente núcleo urbano del partido. Fundado hacia 1740, éste se constituía en el poblado más antiguo del distrito; no obstante ello, no pasaba de ser un modesto caserío, cuya población había ido decreciendo desde fines del siglo XVIII, cuando la construcción del puente de Márquez y el trazado de nuevos caminos lo dejaron aislado de las principales vías de circulación. El primer censo de sus habitantes, realizado en 1755, había denunciado la existencia de 111 almas distribuidas en 25 hogares. (4) En 1838 el número de los empadronados estaba incluso por debajo de esas cifras: 94 personas repartidas en 15 hogares. A diferencia del pueblo de Morón, el padrón devela la ausencia de panaderos u otros conocedores de oficios manuales, a excepción de cuatro lavanderas y una costurera. Fuera de estos escasos exponentes de trabajo femenino, el pueblito de Merlo era la sede de un acopiador, Salvador Correa, dedicado a la compra de cueros, y de dos pulperos, Jacinto Correa y Francisco de los Santos. Hasta finales de la década de 1820 había existido en él una escuela de primeras letras, pero ésta fue abandonada durante el levantamiento de Lavalle y no volvió a funcionar hasta pasada la mitad del siglo. En realidad, este villorio cuasi despoblado apenas hubiera merecido mención de no haberse erguido en él la morada del brazo derecho de Rosas en el partido, el poderoso Tomás Fernández de Cieza, que desempeñó el cargo de juez de paz hasta la batalla de Caseros.

El Cuartel IV se hallaba al norte del camino de Gaona e incluía lo que entonces era " todo el norte del partido ". Al este del arroyo Morón, el mismo se extendía hasta los actuales partidos de Tres de Febrero y San Martín, registrados por el padrón como las "cercanías de Caseros", mientras que al oeste de dicho arroyo incluía las localidades de Parque Leloir, Villa Udaondo y Hurlingham. Además de constituirse en la zona ocupada desde más antiguo, precisamente desde el reparto efectuado por Juan de Garay en 1582, este Cuartel era, lejos, el más densamente poblado, con 951 habitantes que se constituían en 1838 en algo más de un tercio de los del partido de Morón. El empadronamiento que se llevó a cabo ese año revela, además, que le pertenecían 119 de las 370 unidades censales (un 32,16%) y que estaba casi enteramente compuesto por explotaciones agrícolas, en atención a que el 95,79% de los censados se manifestó como chacarero y sólo un 2,52% como estanciero. Su ratio de 7,99 miembros por unidad censal (superior a la del partido en su conjunto, que era del 7,52) es un indicador de que las unidades de explotación de este Cuartel eran, además, las de mayor tamaño. Si a ello se agregan indicios patrimoniales como la posesión de esclavos (el 32,59% de los hombres de color fue registrado en esta circunscripción) puede concluirse que se trataba de la zona agrícola más rica del distrito.

El Cuartel V, por último, se extendía sobre los afluentes del curso superior de los ríos Matanza y Conchas ("parte de la Cañada de la Paja , la del Durazno, Mostazas y demás puntos adyacentes") repartidos entre los actuales municipios de Marcos Paz y General Las Heras. Se trataba de la porción del antiguo partido de Morón donde el suelo había sido más tardíamente apropiado por el blanco, y donde las propiedades eran más extensas. En contraste con los restantes, este Cuartel se hallaba hegemonizado por la ganadería: un 88,23% de los censados, en efecto, se manifestaron aquí como estancieros. Estos hacendados encabezaban unidades de explotación de cierta magnitud, que por su ratio de 7,88 miembros por unidad censal eran sólo comparables a la del Cuartel IV, e incluso parecen haber superado a éstas últimas en cantidad de esclavos, al contener al 36,29% de los individuos de color del partido de Morón. Entre dichos ganaderos vivían ya en 1835 siete pulperos, y tres años más tarde fueron empadronados en la misma situación tres pulperos y el propietario de una atahona, señal de que los acaparadores y mercaderes del Cuartel I no tenían sino una débil presencia en este lejano extremo del distrito.
La producción: agricultores y ganaderos 

Durante el siglo XVIII la Cañada de Morón formó parte del cinturón de chacras que bordeaba la ciudad de Buenos Aires y la abastecía de cereales. Como medida de protección a la producción de trigo, la legislación colonial otorgaba exclusividad a la agricultura en tierras de pan llevar como éstas, en razón de lo cual no se permitía la presencia de ganados, salvo de los que fueran necesarios para las faenas agrícolas, como los bueyes de tiro o los caballos atahoneros. No obstante estas prohibiciones, la ganadería nunca fue erradicada del partido, como se comprueba en los frecuentes conflictos que se suscitaron entre ganaderos y cultivadores, cuya convivencia se tornó sumamente problemática debido a la falta de alambrados que impedía a estos últimos contener a los animales ajenos y a menudo les acarreaba la pérdida de sus cosechas.

Esta separación entre agricultura y ganadería siguió vigente en las primeras décadas del siglo siguiente, e influyó incluso en la reorganización de los juzgados de paz que se llevó a cabo durante el período rivadaviano. El 6 de febrero de 1822 el partido de la Matanza , que había sido separado del partido de Morón en 1812, fue suprimido para volver a reunirse con éste. Pero esta ampliación de la jurisdicción del juez de paz de Morón fue bastante breve, ya que el 29 de abril de 1825 el Tribunal Superior de Justicia restableció el juzgado de la Matanza con sus límites anteriores, arguyendo que le señalaba por territorio " todo el que sea de hacendados desde donde acaban las tierras de labranza ". (5) Esta última afirmación debe ser tomada con cautela, ya que al menos una parte de los ganaderos quedó incluida en el partido de Morón, como lo denunciará el padrón de 1838. De cualquier modo, la segregación de la Matanza no obedecía solamente a consideraciones de orden local sino a un reordenamiento general de las secciones judiciales de la provincia, por la cual este distrito, lo mismo que el de Navarro y el de Lobos, fue separado del Segundo Departamento de Justicia, mientras que Morón continuó perteneciendo a éste.

A lo largo de la primera mitad del siglo XIX, los agricultores continuaron siendo el sector productivo preponderante en el partido de Morón. Los padrones de 1815 y 1838 ofrecen prueba de ello: el 56,5% de los individuos censados en el primero se declararon labradores, mientras que en el segundo el 62,7% manifestó su condición de chacarero. Estas cifras atestiguan no sólo el predominio sino también el crecimiento del sector agrícola, provocado sin duda por un incremento en la población de Buenos Aires, cuya demanda de cereales iba en aumento. Los establecimientos ganaderos, como ya referimos, se hallaban relegados al extremo oeste del partido, entre Merlo y la Cañada de la Paja , aunque ocupaban una mayor extensión de terreno que la agricultura, algo natural si se toma en cuenta la modalidad extensiva adoptada por los criadores en este período. Poco después de la caída de Rosas, en 1854, un censo revelaría que dentro de la superficie del partido de Morón, calculada en unas 50 leguas cuadradas, 30 se hallaban ocupadas por pastores y sólo 20 por agricultores.(6)

El Estado rosista se manifestó con ambigüedad respecto de la agricultura moronense. Preocupado como estaba por la proveer de cereales al mercado urbano, mantuvo la normativa protectora en toda su vigencia. La mediación de las autoridades locales resultó, en consecuencia, inclinada a amparar a los labradores, y no causa extrañeza que se suscitaran casos como el de un tal Pedro Vietes, que en agosto de 1836 fue multado en 25 pesos por el juez de paz Juan Bernardo Navarrete " por tener sus haciendas sueltas de noche en las chacras de pan llevar ". Sin embargo, Morón se hallaba estratégicamente ubicado en el camino a la capital, y el Restaurador consideraba un imperativo de primer orden el emplazamiento de invernadas de caballos patrios en nuestro partido, necesitado de tener a mano corceles suficientes para sus emprendimientos militares. Así lo hizo saber a los sucesivos jueces de paz, a cargo de los cuales puso al menos parte de estos animales. Esta preocupación del gobernador se observa en los escrupulosos cuidados que ordenó prestar a los equinos, a los que hizo reservar las mejores pasturas. De acuerdo con sus instrucciones, estos caballos debían hallarse siempre disponibles, por lo que no podían ser prestados bajo ningún pretexto, y los vecinos debían tener el cuidado de devolverlos de inmediato a sus cuidadores si alguno se extraviaba. Dispuso, además, que los ejemplares agresivos que causaran daño a otros debían ser sacrificados, mientras que aquellos que sufrieran heridas por éste u otro motivo serían objeto de un tratamiento especial en base a la aplicación de raíz de guaycurú y grasa de potro.(7)

Las directivas de Rosas resultaron a la larga perjudiciales para la agricultura, ya que las mejores tierras de labranza fueron expropiadas para apacentar las caballadas del Estado. Los criterios de explotación extensiva que imperaban en la época provocaron que se procediera a requisar varias propiedades contiguas con ese fin. El edecán Antonino Reyes ordenó al juez de paz Tomás Fernández de Cieza, en efecto, " que los caballos se extiendan muchísimo de día y que de noche no los ronde ni los encierre, sino que los tenga a pastoreo muy extendido en campos de grande extensión de pastales de engorde y que no sean amargos ". Dicho juez había establecido entre 1840 y 1841 dos invernadas de " regulares pastos dulces ", una de las cuales se extendía sobre varias " suertes principales de chacras de pan llevar " a media legua al oeste del pueblo de Morón, sobre el río Reconquista, mientras que la otra, que se encontraba en la orilla occidental de la Cañada de Morón, abarcaba gran parte de la actual localidad de Castelar. (8) Estas no eran, no obstante, las únicas invernadas del partido, sino que existieron por lo menos otras tres, la primera de ellas a cargo del alcalde Román Vivas y las otras dos de los alféreces Cayetano e Isidoro Tapia, e incluso se hace mención a una cuarta que había sido desocupada para trasladar los animales a las Chacras de Ayala, entre Areco y Arrecifes.

Los agricultores no sólo vieron reducida la extensión de las tierras arables sino que fueron conminados a abandonar una de sus prácticas más extendidas, la de quemar pastos secos, cardales y rastrojos antes de roturar el suelo, que en 1845 les fue prohibida por Fernández de Cieza con el objeto de " evitar las quemazones que puedan suceder en los pastales inmediatos que sirven de alimento para las invernadas de caballos del Ejército ". Medidas como éstas obedecían a la importancia que el mismo Rosas daba a estas caballadas, como se aprecia en una carta de su edecán a este juez de paz, en que se le recomendaba que procurase atenderlas con el mayor esmero, insistiéndole en que tuviera "siempre presente que los caballos son el primer elemento de triunfo en la guerra, según Su Excelencia no deja de repetírselo ". (9) El orden de prioridades del Estado bonaerense provocó, en suma, una modificación en el mapa de la producción en el antiguo partido de Morón, surgida de la existencia de grandes extensiones de terreno recortadas a la zona agrícola para su utilización en la cría del equino, verdadero soporte de las campañas militares rosistas.
El ejercicio del poder: los jueces de paz 

Desde 1785, el partido de la Cañada de Morón había contado con una autoridad local propia: un alcalde de la Santa Hermandad nombrado por el cabildo de Buenos Aires, que regenteaba una amplísima jurisdicción que se extendía desde las chacras de San José de Flores, próximas al ejido de la ciudad, hasta el fuerte de San Salvador de los Lobos, en la frontera con el indio. Aunque con anterioridad a la Revolución de Mayo sufrió sus primeros recortes con la creación de los partidos de Lobos en 1806, Flores en 1807 y la Matanza en 1812, el territorio en que el alcalde de la Cañada de Morón ejercía su potestad policíaca y civil siguió siendo un espacio demasiado extendido para su completo control, aun contando con los socorros en hombres y recursos, por otra parte insuficientes, que recibía de las milicias rurales.

Con la supresión del cabildo porteño, entidad municipal bajo cuyo dominio habían sido colocadas las zonas rurales aledañas, desaparecieron las alcaldías de la Santa Hermandad. La ley del 24 de diciembre de 1821 traspasó sus atribuciones a unos nuevos funcionarios, los jueces de paz. Aunque originados en el marco de las reformas rivadavianas, estos se constituirían en el principal instrumento de la política de Rosas en la campaña bonaerense.

Este les otorgó la función, compartida con la plana mayor del ejército provincial, de canalizar los recursos humanos y materiales hacia donde se los requiriese, para lo cual los había dotado de medios de coacción que les permitían reunir con celeridad contingentes de milicianos, o bien despacharle caballos, reses y leña confiscados en las estancias de los unitarios o surgidos de la contribución "voluntaria" de los vecinos federales del partido. Se encargó también a estos jueces la vigilancia de los más variados aspectos de la vida social conforme a los decretos, órdenes y circulares firmados por el gobernante, ejerciendo un control minucioso sobre las actividades públicas y privadas de la población rural. (10) Los sectores marginales que no cuadraran dentro de estos presupuestos eran perseguidos bajo el tradicional expediente de la delincuencia, la vagancia y la deserción a las obligaciones militares, como se venía haciendo desde los tiempos coloniales.

Los jueces de paz eran escogidos entre las personas de mayor prestigio de cada partido, a partir de las listas -ge-neralmente ternas- que elevaban los jueces salientes. En la opinión de Carlos Cansanello, que ha estudiado la inserción económica de los mismos, estos solían dedicarse tanto a las actividades productivas como a las mercantiles: pulperías, tiendas, chacras, estancias y acopio de cosechas. En el caso puntual de los partidos de Luján, Lobos y Morón, acostumbraban combinar la administración de chacras o haciendas con el manejo de pulperías o casas de trato. (11)

Nosotros podemos ofrecer una noticia algo más matizada de la extracción socio-económica de los jueces de paz moronenses de la época de Rosas. Estos fueron tres, el primero de los cuales, Juan Bernardo Navarrete, originario de Chile, se ejercitó como tal entre 1829 y 1831, luego en 1833 y, por último, de 1835 a 1837. El segundo, Juan Torres, ocupó el juzgado de paz en 1832, y el célebre Tomás Fernández de Cieza, por último, lo hizo en 1834 y entre 1838 y 1852. Todos estos jueces compartieron una característica, digna de ser resaltada: su residencia se encontraba emplazada en el Cuartel III. De acuerdo con esto, puede afirmarse que durante el rosismo, aun cuando el poblado de Morón fuera el epicentro mercantil y religioso del partido, las redes del poder local se hallaban centradas en Merlo.

Otra peculiaridad la constituye el hecho de que, al menos en un principio, ni Navarrete ni Torres fueron propietarios, sino que arrendaban unas tierras pertenecientes al Estado situadas en las inmediaciones del pueblo de Merlo. No fue hasta octubre de 1836 en que el primero, a la sazón en ejercicio del cargo, consiguió que se le vendieran los terrenos que ocupaba. (12) Sospechamos que el ascenso al poder, que facilitó a Navarrete su acceso a la condición de propietario, le permitió además catapultarse al sector de los hacendados acomodados. En 1839, concluido ya su desempeño como juez, éste se declaró de profesión hacendado y labrador, con un capital no despreciable evaluado en unos 60.000 pesos. (13) Se sabe que asimismo incursionó en el comercio, pues en 1835 puso una pulpería a cargo de su hijo sobre el camino que conducía a Navarro, una legua y cuarto al este del pueblo de Morón.

Tenemos referencias más precisas respecto del estado patrimonial de Tomás Fernández de Cieza, último juez de paz de la etapa rosista. Al protocolizarse en septiembre de 1846 el testamento de Josefa de Estrada, su esposa en segundas nupcias, éste era propietario de dos casas en el pueblito de Merlo, un pequeña estancia en la Cañada de Escobar y otra de mayores dimensiones en el partido de Lobos, con haciendas consistentes en 5000 vacunos, 400 caballos, 1000 lanares y 50 bueyes. Poseía también tres carretas en las que debía llevar a cabo frecuentes viajes a la capital, donde tenía otra casa en propiedad. De acuerdo con este suscinto inventario de sus bienes, Fernández de Cieza no disponía de establecimientos rurales en el partido de Morón, situación que sólo cambiaría en la postrimerías del régimen rosista, pues no fue hasta abril de 1848 en que realizó la compra de unos terrenos de poco más de 292 hectáreas junto al arroyo de Morón, que hoy forman parte de la Base Aérea. A estos agregó en 1849, finalmente, una estancia que compró en el actual partido de Marcos Paz.(14) Todas estas adquisiciones nos lo revelan como un propietario de cierta envergadura aunque con dominios dispersos, acrecentados a lo largo de sus quince años de gestión como autoridad local.
El ejercicio del poder: alcaldes y tenientes de alcalde 

El poder de los jueces de paz se apoyaba en una amplia red de funcionarios subordinados, los alcaldes y tenientes de alcalde. En los partidos de la campaña bonaerense cada cuartel se constituía en una alcaldía, dividida usualmente en cuatro tenencias. Los cuatro alcaldes que existían desde 1825 en el partido de Morón aumentaron a cinco cuando en 1837 se reformó la estructura cuartelaria del partido, sin que el número de tenientes se modificara. Contamos para la década de 1830 con información más o menos fluida sobre quienes ejercieron estos empleos, debido a que por una circular del 21 de febrero de 1832 los jueces de paz recibieron la orden de elevar trimestralmente al gobierno una lista de los alcaldes y tenientes de su partido, con detalle de sus nombres, lugar de residencia, edad, patria, instrucción, fortuna y opinión en que los tenía. Una segunda circular fechada en 12 de octubre de 1837 redujo la periodicidad de estos informes, convirtiéndolos en cuatrimestrales. (15)

Gracias a la información que aportan dichas listas hemos reunido una masa de datos concerniente a cuarenta individuos que desempeñaron alcaldías y tenencias entre 1832 y 1839. (16) De su sistematización se desprende, en primer lugar, que el perfil socioprofesional de estos funcionarios no calcaba en idénticas proporciones el de la población del partido. En el padrón de 1838, los labradores encabezaban el 67,29% de las unidades censales, mientras que no más de 54,16% de los alcaldes y tenientes declararon esa ocupación. Pero no deben recrearse a partir de ello falsas antinomias entre agricultura y ganadería, pues se trasluce una estricta coincidencia entre la proporción de ganaderos en la población, que era del 22,97%, y la de los alcaldes y tenientes que se asumieron como tales, que era del 22,91%.

Estos últimos, además, se encontraban en su mayor parte el Cuartel V, aquel en que predominaban claramente los criadores de ganado: el poder de los hacendados en un partido de predominio agrícola se hallaba, pues, fuertemente acotado a esa zona periférica. En realidad, las cifras nos conducen a afirmar que fue el sector de los comerciantes (sobre todo pulperos) el que se impuso en este caso a los labradores, teniendo en cuenta que aquellos, que no pasaban de ser el 4,32% de la población moronense, detentaron el 20,83% de las alcaldías y tenencias.

Donde verdaderamente se aprecia las heterogeneidad de este conjunto de funcionarios rurales es al analizar los indicadores patrimoniales. Al estudiar las relaciones de propiedad, lo primero que llama la atención es la fuerte presencia de arrendatarios, que se constituyen en al menos la mitad de los mismos. Si separamos a alcaldes y tenientes de alcalde, sin embargo, notamos que existía entre los primeros un leve predominio de los propietarios (57,14%) por sobre los que no lo eran, mientras que entre los segundos la relación fue la inversa, con un 51,51% de arrendatarios, 36,36% de propietarios y 12,12% sin datos. Algunos de dichos arrendatarios provenían del campesinado modesto, y recurrían al trabajo personal y familiar para labrar la tierra, como en el caso del teniente de alcalde Justo Melgar, que según manifiesta el juez Navarrete " cultiva con sus hijos una chacra en terreno arrendado ". Dos alcaldes y once tenientes fueron indicados como de " poca " o " escasa " fortuna, pero todos ellos encabezaban explotaciones productivas independientes, sin que ninguno se encontrara bajo relación de aparcería o de conchabo.

Otro indicador que resulta de interés es el alfabetismo. La administración rosista, según se desprende de los listados elevados por los jueces de paz, no consideraba que un individuo iletrado se hallara inhabilitado para ejercer estos cargos. Entre los alcaldes, un 28,57% resultó ser analfabeto, cifra superada entre los tenientes, donde el 45,45% se declaró en iguales circunstancias. En este aspecto se observa un verdadero contraste con la época colonial, cuando saber escribir era requisito indispensable para ser nombrado alcalde de la Santa Hermandad.(17) En cierta medida, este bajo interés por la instrucción del funcionariado rural resulta contradictorio con la instrumentación de la propaganda política, si se tiene en cuenta que jueces y alcaldes debían ser los difusores en la campaña el Registro Oficial y la Gaceta Mercantil , principales órganos escritos del régimen. (18)

El analfabetismo se compensaba en estos casos con la posesión de antecedentes militares o comprobados servicios a la patria. Alcaldes y tenientes de alcalde debían mostrar, ante todo, un alto grado de adhesión a la causa federal. Al designar alcalde del Cuartel III a Román Vivas, un modesto chacarero que no sabía leer ni escribir, el juez Navarrete acotaba que éste era " activo amante del orden que sabe mantener en el cuartel a su cargo ", y agregaba que había servido contra los unitarios en 1829 y 1833, y que en una de esas expediciones militares había franqueado a dicho juez la única tropilla de caballos que tenía. Distinto era el caso de Juan Zenón Chávez, que fue alcalde del Cuartel V durante más de quince años, en que lo que parece haber primado fue la posesión de abundantes bienes, puestos generosamente a disposición de la causa rosista. Aunque no sabía leer ni escribir, éste disponía en opinión de sus superiores de " recursos y otras buenas cualidades para servir la alcaldía ", y al producirse la Revolución de los Restauradores había auxiliado a las tropas con reses y puesto toda su caballada al servicio del Tercer Escuadrón de Campaña. Al ser empadronado en 1838, Chávez se había declarado " estanciero, pulpero y chacarero " y encabezaba la segunda unidad censal más extensa del partido, compuesta por 27 individuos, en que se hallaban incluidos 10 de color, presuntamente esclavos. El mismo se hallaba en posesión de terrenos propios y en enfiteusis en la Cañada de la Paja , en que disponía de " bastante ganado vacuno, caballar y lanar ", y de una casa en la ciudad, todo lo cual fue valuado en 1846 en unos 180.000 pesos. (19)

De la misma manera que en la elección de los jueces de paz, el prestigio era un parámetro a considerar en la elección de los alcaldes, sobre todo si había sido adquirido en alguna de las empresas bélicas del Restaurador. Vicente González y Juan Gil Díaz, que sirvieron a Rosas contra Lavalle, fueron declarados beneméritos de la Patria por la Cámara de Representantes de la Provincia , lo que se tuvo en cuenta cuando les fueron otorgadas las alcaldías de los Cuarteles II y IV y seguramente cuando integraron en 1839 la terna para nombramiento de un nuevo juez. En esta última ocasión, no obstante, también se evaluó su estado patrimonial, que en el primero fue calculado en 40.000 pesos y en el segundo en 10.000.

Respecto de la elección de los funcionarios de base, los tenientes de alcalde, nos encontramos en algunos de los casos ante vecinos reconocidos, con propiedades y recursos propios, pero en otros con sujetos iletrados de condición realmente modesta, que arrendaban la tierra y la cultivaban con sus propias manos. Lejos estamos, sin embargo, de concluir que esto último suponía una ampliación de los espacios de poder, compartido parcialmente con los estratos subalternos. En todo caso, quedará por explorar otras formas de verticalidad, las de las relaciones personales, y constatar si la existencia de redes de clientelazgo en la campaña bonaerense se expresaba en la designación de tenientes y alcaldes, oculta tras la activa militancia en la causa de la Federación que manifestaban estos, la que en algunos casos pudo haber sido más retórica que real.
Citas:

(1)- Tal vez esta omisión obedezca a la inexistencia de fuentes impresas concernientes a esa etapa. Es lo que sucede, por ejemplo, con el artículo de Mons. Gerardo FARRELL "Crecimiento de la población de Morón", el más completo que tenemos hasta hoy, que puede consultarse en PRESAS, Juan Antonio Nuestra Señora del Buen Viaje, Morón Autores Asociados, Morón, 1972, pags. 229-237.
(2)- Estos padrones se encuentran en el Archivo General de la Nación [AGN] X-25-2-4 y X-25-6-2.
(3)- Algunas consideraciones sobre la población negra y afromestiza en estos padrones podrá hallarse en GOLDBERG, Marta y MALLO, Silvia "La población africana en Buenos Aires y su campaña. Formas de vida y subsistencia (1750-1850)" en Temas de Africa y Asia n°2, 1995, pags. 15-69.
(4)- DIAZ, Pedro Arturo Historia de Merlo, 1536-1864. Desde los orígenes hasta la creación del partido Merlo, 1993, pags. 51-55.
(5)- DIAZ, Benito Juzgados de Paz de Campaña de la Provincia de Buenos Aires (1821-1854) Universidad Nacional de La Plata , Buenos Aires, 1959, pag. 77.
(6)- Registro Estadístico del Estado de Buenos Aires , año de 1854.
(7)- Se recomienda al juez de paz " que a los caballos maltratados los sigan curando con raíz de guaycurú y grasa de potro del modo siguiente: se corta la raíz en rebanaditas delgadas y se hecha en la grasa al freirse dicha grasa en un poco de agua. Luego se moja una lana en la grasa fría y con eso se les unta a los caballos en las maladuras cada 15 días "; AGN X-21-3-2, Juzgado de Paz de Morón (1842-1847).
(8)- Para la primer invernada se habían ocupado terrenos pertenecientes a Luciano Alvarado, Luis Pellón, Pedro Manrique, Pedro Lozano de Saravia, Julián González, Juan Soler y los que habían sido confiscados al unitario Mariano Castex; para la segunda lo fueron los de Juan Angel del Río, la testamentaria de González y los unitarios Fermín Rodríguez y José Timoteo Bravo.
(9)- AGN IX-21-3-2, carta de Antonino Reyes a Fernández de Cieza del 13 de septiembre de 1843.
(10)- Observa Salvatore que Rosas atribuía a los jueces de paz la función de vigilar de cerca los actos cotidianos de los habitantes rurales, quienes debían ajustar sus conductas al código moral del gobernante en asuntos que iban "desde la hora de cierre de las pulperías hasta el uso obligatorio del luto, desde el cuidado de los caballos patrios a la prohibición de reuniones después de la oración". SALVATORE, Ricardo "Reclutamiento militar, disciplinamiento y proletarización en la era de Rosas" en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani 1992, Serie III, n° 5, pags. 30-31.
(11)- CANSANELLO, Oreste Carlos "De súbditos a ciudadanos. Los pobladores rurales bonaerenses entre el antiguo régimen y la modernidad" en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani Serie III, n° 11, primer semestre de 1995, pag.127.
(12)- DIAZ, Pedro Arturo Historia de Merlo... , pags. 87-90.
(13)- AGN X-21-3-1, terna para juez de paz del 18 de noviembre de 1839.
(14)- AGN Registro de Escribano n° 2 de 1846, f . 457v., testamento de doña Josefa de Estrada, 14 de septiembre de 1846; Archivo de Geodesia y Catastro, duplicados de mensura n° 39 del partido de Morón y n° 10 del partido de Marcos Paz. No hemos podido dar con evidencias documentales que permitan sostener que Fernández de Cieza poseía campos en el sur de la Provincia de Buenos Aires, como se afirma en PRESAS, Juan Antonio Nuestra Señora del Buen Viaje... , pag. 174. Y menos aún comprobar que la familia de Fernández de Cieza retuviera "posesiones en el partido de Morón desde 1580", según asevera LACOSTE, Alberto César Biografías del Morón sin tiempo Autores Asociados, Morón, 1987, pag. 67.
(15)- DIAZ, Benito Juzgados de Paz... , pag. 181.
(16)- Las listas de alcaldes y tenientes se encuentran en AGN X-21-3-1, Juzgado de Paz de Morón (1831-1841).
(17)- Estas precauciones las toma, por ejemplo, el cabildo de la villa de Luján para nombrar a sus alcaldes. En 1801, por ejemplo, sólo pudo otorgarse la alcaldía del partido de Navarro a Francisco Rocha, pues " nadie más sabe leer y escribir en aquel partido ". En 1803 otro alcalde de Navarro, Tomás Pereyra, fue " reelegido por unanimidad por falta de vecinos alfabetos ".
(18)- En agosto de 1836, el juez Navarrete acusa recibo de " cinco Registros Oficiales de un tenor para sí y los cuatro alcaldes, como igualmente ha recibido quintuplicado los diarios de la Gazeta Mercantil ". De los dichos alcaldes, dos por lo menos eran por completo analfabetos.
(19)- AGN X-21-3-2, terna para juez de paz del 30 de noviembre de 1846. 


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