miércoles, 5 de octubre de 2011

JUAN FACUNDO QUIROGA Y EL FEDERALISMO


Batalla de Oncativo (por Miguel del Boca).



Tucumán, enero 12 de 1832.*      


Señor Don Juan Manuel de Rosas.     

           Amigo de todo mi aprecio: contestando a su favorecida del 14 de diciembre digo a usted: que el no haberle dicho nada del parecer que me pedía en su apreciable de 4 de octubre con respecto a la formación de la Comisión Representativa y de la oportunidad para la reunión del Congreso, fue creyendo que mi silencio mismo le debía hacer entender el motivo; pero ya que no lo ha comprendido se lo explicaré claro y terminante. Usted sabe, porque se lo he dicho varias veces, que yo no soy federal, soy unitario por convencimiento; pero sí con la diferencia de que mi opinión es muy humilde y que yo respeto demasiado la de los pueblos constantemente pronunciada por el sistema Federal; por cuya causa he combatido con constancia contra los que han querido hacer prevalecer por las bayonetas la opinión a que yo pertenezco, sofocando la general de la República; y siendo esto así, como efectivamente lo es, ¿cómo podré yo darle mi parecer en un asunto en que por las razones que llevo expuestas necesito explorar a fondo la opinión de las provincias, de las que jamás me he separado, sin embargo, de ser opuesta a la de mi individuo? Aguarde pues un momento, me informaré y sabré cuál es el sentimiento o parecer de los pueblos y entonces se lo comunicaré, puesto que es justo que ellos obren con plena libertad, porque todo lo que se quiera, o pretenda en contrario, será violentarlos, y aun cuando se consiguiese por el momento lo que se quiera, no tendría consistencia, porque nadie duda de todo lo que se hace por la fuerza o arrastrado de un influjo no puede tener duración siempre que sea contra el sentimiento general de los pueblos.               
Quedo enterado de los motivos que han retardado el regreso del señor Argañaraz, que llegó a Córdoba sin novedad alguna, y se le ordenó pasase a La Rioja…
En orden a lo que me dice que cree acreedores a un grado más a los Jefes y oficiales de la División, debo decirle que el señor Coronel Don José Ruiz Huidobro, quién se halla a la cabeza del Ejército, instruirá a usted de los despachos de ascensos que han recibido Jefes y oficiales, e igualmente de los que no han ascendido, con expresión de los que por su ineptitud no son dignos a tal consideración, como el Comandante Don Juan Esteban Vázquez, para que usted teniendo pleno conocimiento, resuelva lo que juzgue conveniente, advirtiendo a usted que en el Ejército se hallaban en servicio los Coroneles efectivos, Don Juan Brizuela y Don Manuel Gregorio Quiroga, ambos de más antigüedad que el de igual clase Don José Ruiz Huidobro, y que a pesar de esto, y de no ser hijo del país, ha sido encargado del mando del Ejército por su comportación y conocimiento que posee, digo esto para que usted se persuada que es digno de que usted lo distinga con el premio que crea de justicia.             
          Saluda a usted con la consideración que acostumbra, su amigo afectísimo que besa su mano. 
Juan Facundo Quiroga          

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Tucumán, enero 12 de 1832.     


Señor Don Juan Manuel de Rosas.   

          Muy señor mío y amigo: tengo a la vista su favorecida de 13 del pasado que voy a contestar en cuatro palabras diciendo a usted que en balde se ha mortificado en explanar sus ideas y razones para convencerme que debo retrogradar en mi resolución, así que usted ha tenido bastante motivo para conocer, que no sé volver atrás en mis propósitos. Usted me dice que no pertenezco a mí mismo; pero yo quisiera que usted me diga a quién pertenecía Don Juan Manuel Rosas, y Don Estanislao López, cuando hicieron la guerra al Ejército sublevado a consecuencia de orden de la Convención Nacional y cuál la causa porqué dejaron las armas de la mano estando existente el motivo porque las empuñaron, y cuál la razón porque se me abandonó, y se me dejó solo en el campo del compromiso, y si era o no honroso a la República que si bien se ponen en la balanza de la justicia, nadie es responsable sino ustedes de cuanta sangre se ha vertido, y de tantas fortunas arruinadas; pero como nadie ve la paja en su ojo, no advierten que se contentaban con tranquilizar las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, dejando al resto de las demás bajo el yugo de la opresión, y ahora sólo yo debo ser quien voy a causar perjuicios a la República con mi separación del mando, bien que no dejan de tener razón en parte, pues que por sí solos no arribarían al objeto que se proponen, si yo separado del mando quisiera desentenderme enteramente de trabajar por el bien del país, en que no cesaré, puesto que para ello ya no es preciso tener la lanza enristrada, y puede ser, sin ser milagro, que recién me haya colocado en una posición en que pueda ser útil al país en general como pronto lo veremos, explorada que sea a fondo la voluntad de las provincias en orden a la constitución de la República.            
         Páselo usted bien y mande a su afectísimo servidor y amigo que besa su mano. 

                                     Juan Facundo Quiroga                             

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       “La correspondencia cambiada entre Rosas y Quiroga, incluida en este volumen, se refiere, en su aspecto fundamental, a un momento interesantísimo de las relaciones entre los dos caudillos, no del todo de acuerdo en la forma de resolver el problema de la organización nacional. Este problema, uno de los más arduos de nuestra historia, al que se vinculan las mayores vicisitudes de nuestro pasado, fue enfocado por Rosas y Quiroga, en algún  momento, con criterio distinto. En general, puede afirmarse que los caudillos provinciales Estanislao López, Felipe Ibarra y Quiroga, para nombrar sólo los nombres señeros, miraron la organización constitucional del  país como el coronamiento lógico de sus luchas. En el fondo de sus secretas aspiraciones animaba un sordo resentimiento y una permanente desconfianza para con Buenos Aires”.




*Barba, Enrique M., Correspondencia entre Rosas, Quiroga y López, Buenos Aires, Hachette, 1975.



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